domingo, 16 de noviembre de 2014

Las veredas del Cordón (II)

por Florencia

Mi perra necesita apurar el paso y me encuentro de frente con “la vieja de la vara” que, según me advirtió mi hermano, es una mujer mayor vestida de negro y con pañuelo, que pide limosna y si no le das te pega con la vara, si le contestas, se enoja y te insulta;  era tan peculiar que apareció mas de una vez en los periódicos.
Ojalá me perdonen mis mayores y todo lo aprendido en el colegio de monjas, pero qué fastidio me da ese hombre que se sienta cada día en la vereda recostado en la pared, le falta  una pierna y  lleva muleta. Es que hasta pide mal la limosna, porque no se le entiende lo que dice. Mi madre entiende que dice  “pari-pará”  pero no es modo, ¡al menos que pida bien! Suponemos que, extendiendo la mano, dice “para el paralítico” y de tanto gastar las letras y queriendo ser veloz, le sale lo que le sale....
De mi exhaustiva observación, me distrae otro personaje del barrio “la turista”, ya la tenemos paseando por 18 de Julio calle arriba y calle abajo, mañana y noche , invierno y verano. Vestida con esmero, luce zapatos blancos de taquito y medias de seda, vestido floreado y saquito de lana, sombrero de paja, guantes y su carterita colgada al brazo, mal maquillada y de un rubio paja. Se pasea sola, no habla ni saluda a nadie, parece siempre una extraña, nunca nadie supo su vida ni su obra, ni de sus sueños ni ilusiones, sabemos que le gusta lucirse y ronda los 40.
El manisero es un personaje que llega en otoño para pasar todo el invierno. Vende maníes tostados y calentitos en unos conos de periódico. Este negocio tiene mucho encanto, primero el olorcito a humo que me dice que empieza el frío, luego su grito de “maní calentito, maníiiii! y su precioso barril con chimenea que se parece a una locomotora pintada, que es el hornito donde se tuestan los maníes. Se coloca justo debajo de la ventana de la habitación de mi hermanita y mía, y mientras hacemos los deberes, juntamos las monedas y la discusión siempre es cuál de las dos baja a comprar, y arriesgando ser vistas por nuestros hermanos mayores nos aliamos  para satisfacer la tentación.
Ahora que Wendy no me exige prisas, puedo darme cuenta que han comenzado a colgar  los pasacalles de carnaval en la Avenida, aunque falta un mes. De poste a poste de la  luz cuelgan unas placas con miles de bombillas de colores que forman dibujos alegres y atrevidos. Pero lo fascinante para mí es el día que se encienden todas las lucecitas al mismo momento, ¡ah! qué espectáculo, y de los altavoces por la tarde suena música de carnaval. De todos los barrios, esos días es la calle mas hermosa, mas concurrida y mas notable, me siento contenta de vivir allí.

                                          foto propiedad del CdF - reproducción autorizada

A una semana del desfile se reparten las sillas plegables de madera y en cada esquina se atan con cadenas. Se ordenan en tres hileras  y el empleado municipal uniformado venderá los tickets a partir de las 4 de la tarde.
El día de la inauguración  del Carnaval se llenan los balcones y ventanas de mi casa y se encienden las arañas. Mis padres reciben y sirven como si de una fiesta familiar se tratase.

El desfile, las murgas y comparsas, los tamboriles, los negros y los lubolos, todos esperan ver a la negra Gularte, a la mama vieja y su viejo, al escobero y la expectativa de las carrozas. Desde las tarde el choricero se instala  junto al carro de las bebidas y prepara el fueguito para servir los choripan, el olor y la música hablan de fiesta y alegría desde la media tarde a la media noche durante tres días seguidos.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Las veredas del Cordón (I)

por Florencia

Estoy en casa de mis padres, la cuarta planta de un edificio de 1930, en 18 de Julio y  Ejido,  un día de verano del 62. Desde la ventana del comedor veo el Palacio Municipal , sus paredes de ladrillos a la vista , sus columnas de cemento, una gran explanada donde alguna vez expuso sus obras a cielo abierto Páez Vilaró y también la Escuela de Bellas Artes vendía a finales de año, las artesanías y los trabajos de sus alumnos. Hacíamos largas filas toda la noche para acceder a comprar a las 8 de la mañana las mejores piezas.

                                                El edificio de Florencia hoy

En esa misma explanada sobre la calle Ejido está  el estanque de agua con sus nenúfares, única nota de  naturaleza viva, a parte de los árboles que bordeaban las veredas, los plátanos ideales para la meadita de los perros y los niños, hoy están frondosos , verdes , altos y el tronco de dos tonos de marrón. Gracias a su follaje las charlas ocasionales y los saludos se hacen mas largos  y agradables cuando el sol del mediodía aprieta.
 El la esquina, el quiosco de color negro y con nostálgico estilo romántico europeo, vende revistas , periódicos y caramelos, es redondo, alto y muy pequeño.
Por la tarde se instala sobre un taburete en el cruce de 18 de Julio y Ejido un guardiacivil para ordenar el tránsito, y tenemos la sonata del pito varias horas al día. Es que hay mucho tránsito  a determinadas horas, y los ómnibus van cargados hasta el estribo y muchos hacen la “coladera” y van colgados, veo también el que va en bicicleta agarrado al pescante, viaja gratis, sentado  y sin que ningún carterista le robe, eso sí arriesgando su vida a cada pedaleada.
Miro a lo lejos, veo el mar y a veces algún barco, según como se mueve el agua. Mi padre sabe el viento que tenemos hoy, al atardecer el cielo se colorea de tonos rosas y amarillos.
En diagonal a nuestro apartamento está la pizzería que servía pizza ó chivitos con carne de vaca, supongo que alguna vez era de chivo, pero con espárragos, palmitos, tomate, lechuga , todo entre dos panes....el sueño de cualquier adolescente. A pocos metros la sastrería Risi del padre de mi amiga Esthercita. Si miro por  la ventana que da a la calle Ejido, hacia Colonia  está el bar y el cine Luxor con su cartelera dibujada  y pintada a mano; no recuerdo haber entrado allí, ya que daban películas para gente grande y no gozaba de muy buena fama.
El antiguo reloj de pié con su péndulo y sus pesas de bronce toca las seis de la tarde, es hora de pasear a nuestra caniche “Wendy”, llamo al ascensor y bajo en una caja pequeña con suelo de madera y rejas con puerta extensible de metal y se ponen en marcha poleas y cadenas que hacen mucho ruido, y algo de inseguridad. Por fuera el viejo OTIS es todo hierro forjado con arabescos, rosetones de color negro y pestillo de bronce.
En la puerta está el portero Pablo con su uniforme y gorra conversando con el diarero que se instala enfrente a la puerta con su banco y su mesa. Le llamábamos “el rengo”, porque lo era. No nos tenía mucha simpatía, y en nuestra época de universitarios supimos que le pasaba información a la policía.

                                                                Recuerdos desde Sitges (Cataluña)

lunes, 3 de noviembre de 2014

Cerrando el taller (pero abriendo el blog a otros recuerdos del Municipio b)

Recuerdos…

por Orosmán Mayol* 

Deja que hablen los recuerdos de Montevideo
                de Palermo
                el sur
                la niñez
la adolescencia
el fútbol
Los baños en la costa
                               azul a veces      
                               marrón otras
Siempre el mar
golondrinas        gaviotas
el amor
como un pequeño sol
vibrando            latiendo
los pescadores sobre las rocas
que pica         que no       ahí lo traen
los ranchos        las redes      las chalanas
la arena              el sol             el tambor
siempre el tambor
la pobreza
el cielo negro para los negros
el cielo azul para las manos
para las manos que apretaré siempre
a los amigos que están, a los que ya no
cueva       cobijo     nido     donde guardo                                                                           
            los recuerdos
               

* de su libro Candil al viento 

Personajes de mi barrio (III)

El barquillero

por Mirta, Luis y Myriam

¿Recuerdan a los barquilleros que pasaban por las casas? El aroma de los barquillos crujientes…  No hace tantos años que desaparecieron.
Además de la canasta con los barquillos, el barquillero llevaba un cilindro con una ruleta en la cual los compradores podían probar su suerte. Se le daba vuelta a la rueda y según el número en que caía era la cantidad de barquillos que te daba. 
Iba caminando y anunciándose con su triángulo, pequeño instrumento musical de percusión abierto en uno de sus vértices,  que golpeaba con una varita metálica e iba gritando: “Barquillos, barquillos…” ¡Qué delicia!


Personajes de mi barrio (II)

Heladero, manisero y "fainacero"

por Mabel

Año 1940, yo era una niña curiosa, observadora y detallista.
Era pleno verano, época de vacaciones, tardes algo aburridas, no me gustaba dormir la siesta. 
Cierto día escuché una voz que pregonaba la venta de helados. No pude salir de inmediato a la vereda, porque había que pedir permiso a mamá, pero más tarde lo comenté con mi hermana, ya una señorita, y ella estuvo de acuerdo.
Al otro día tuve permiso y, junto con mi amiga Celia Barbato, salimos a la vereda y apareció el heladero. Un señor grueso, enorme, de bigotes y cabellos largos, blancos, rizados. Trasladaba los tachos de helado (solo vainilla y chocolate) en un carrito. Los helados eran servidos en vasitos de galletita.
Nos acercamos al vendedor y nos dijo el precio en un castellano italianado.
Los helados estaban muy ricos, y al otro día intentamos repetir la farra.
Pero esto no termina aquí: más allá de que nos hicimos amigas del anciano italiano, ¡vaya sorpresa!, descubrimos que en invierno vendía maníes y fainá de puerta en puerta. También  tuvo éxito  con nosotras en invierno. Todo eso tan rico nos encantaba.
¡Ah! Los niños, los niños, en todas las épocas encuentran algún personaje.


Personajes de mi barrio (I)

Alberto Mastra y Pirulo: música típica y carnaval 

 por Orosmán, Mirta y Laura

Ya que hablamos de conventillos…. Un personaje montevideano hoy casi olvidado, injustamente olvidado, fue Alberto Mastra, autor de la letra y música de la canción “No la quiero más”, aquella que dice “Si la vida me diera  de nuevo la oportunidad de volver a vivirla otra vez, no la quiero más“.
Mastra vivió en el conventillo de Gaboto y Paysandú. Era gente pobre. El padre era zapatero remendón. Pero su pasión por la música lo llevó a pasear el tango, la milonga y el candombe por toda América. Autor, compositor, guitarrista, cantor: “Lo vi tocar con la orquesta de Troilo” dice Orosmán.
Eso demuestra que en los conventillos la gente era capaz de salir a flote; a pesar de los problemas económicos, se podía acceder a otra vida, agrega Laura.  

A Pirulo lo conocí en la cola para comprar carne en el tiempo de la veda, dice Mirta. Era un gran bailarín y coreógrafo de candombe. Vivía en pleno Barrio Sur, frente al cementerio Central en una casa que ya no existe, donde ahora se encuentra la Plaza Zitarrosa, especifica Orosmán. Era un hermoso personaje, comenta Mirta,  y generoso, le regaló sus zapatillas a Canela. Es la transmisión de un legado cultural. 

domingo, 19 de octubre de 2014

Recordando el antiguo Municipio b (parte 2)

por Laura

En el año 59, justo el día que comenzaron las inundaciones, nos mudamos a Br. Artigas y Rivera,  en la acera de enfrente al Cordón, lo que no impidió que siguiera en el barrio porque iba al colegio y liceo Santo Domingo, “Las Domínicas”.  
Colegio y Liceo santo Domingo en la esquina de Av. Rivera
y Acevedo Díaz.

También recuerdo las andadas con mis primos que vivían en Acevedo Díaz y Canelones, frente a Chichilo, vieja cantina de Montevideo, dónde se hacían cenas enormes.  Y amigas imborrables como Verónica Barriola, que vivía en Lavalleja y Acevedo Diaz, con las que hacíamos las mil y una, y que murió siendo una adolescente de 12 o 13 años.
Los cines Artigas, Renacimiento o Princess, donde nos permitían ir, previa verificación del índex del Bien Público, con nuestros hermanos chicos, los domingos de lluvia.  

Antiguo Cine Princess en Av. Rivera
foto propiedad del Cdf - reproducción autorizada 

En el año 68 comencé a trabajar en la cooperativa médica CAM que estaba en Uruguay entre Minas y Magallanes.  Recuerdo caminar sin problemas por una calle Uruguay, oscura como boca de lobo, hasta Sierra para tomar el bus que me llevaba al Prado, donde había regresado cuando me casé.
También recuerdo las confiterías El Telégrafo, la Americana y Conaprole, y los salones de té de Caubarrère   y de la Tienda Inglesa ¡que tenía las primeras escaleras mecánicas del país! 
                                                                La Tienda Inglesa
                                                 foto propiedad del Cdf- reproducción autorizada

Recuerdo las tardes que pasábamos con varias amigas en la casa de Rosario,  sin sospechar que estaba  pegada a la Cárcel del Pueblo, de la que ni siquiera sabíamos de que se trataba.
En el año 72, me fui a vivir al barrio Palermo, en un apartamento en la calle Vázquez entre Maldonado y Durazno. Recuerdo  ir a trabajar a pie y volver de noche del trabajo bordeando los galpones de Emilio Fontana.
En el 90, ya de regreso al país, viví en una casa que reciclamos en Gaboto entre Constituyente y Charrúa, buenos vecinos, buenos y queridos vecinos, imposibles de olvidar.

 En Nochebuena hacíamos una gran fogata en la esquina de Charrúa y Gaboto, ardía hasta que los vecinos de unos apartamentos que realmente tenían miedo, llamaban a los bomberos, pero nunca hubo problema.


Ahora vivo en el Centro, en la que fue Ibicuy y ahora Gutiérrez Ruiz,  barrio anodino  si los hay,  pero que, por suerte, se está edificando bastante. 

sábado, 11 de octubre de 2014

Mi Montevideo, la tacita de plata

por Luis


Conventillos...

por Luis

Conventillo deriva de la palabra convento, porque justamente los conventos de monjas son así, con celdas dispuestas  alrededor de un patio, sin cocina propia y con servicios de higiene común. El fenómeno de los conventillos se da en una época de gran inmigración en el Río de la Plata. Allí iban a vivir los inmigrantes: italianos, españoles, turcos, o de otras nacionalidades. Como en los conventos, había piezas de alquiler en planta baja, con baño colectivo, y un primer piso con su característica baranda, también con piezas. Como en un convento, también se compartía todo.  Existía un espíritu comunitario de sentirse iguales.


Por extensión, también se denominó conventillos  a los apartamentos de corredor abierto que se construyeron como un aluvión allá por la segunda y tercera década del siglo XX. Eran en general apartamentos modestos, ocupados por familias de trabajadores. Es posible que algunos los llamasen conventillos despectivamente.  A veces había una casa grande al frente y un corredor con apartamentitos al fondo. Todavía hay muchos en estos barrios. En Duvimioso Terra y Charrúa, donde nací, aún existe  la casa con el corredor abierto y los apartamentos  en fila.  

martes, 7 de octubre de 2014

Conventillos de mi barrio...

 por Myriam

Cuando niña,  viví en una casa de apartamentos en el barrio Cordón. Eran apartamentos  modestos, que daban todos a un corredor abierto, y se les llamaba conventillo. No muy despectivamente. No eran como el famoso conventillo del Medio Mundo, que es el más conocido, donde las habitaciones daban a un patio común y tenían servicios comunes.
Donde yo vivía, eran casas individuales con un corredor común. Hoy siguen existiendo esas viviendas, son apartamentos que se venden como propiedad horizontal. Cada uno tiene sus servicios privados, de agua, de luz, lo único que los une es un corredor común y una salida común hacia el exterior. 
En la zona, los corredores de los conventillos eran abiertos. En otros lugares, como en Pocitos, solían tener corredores cerrados, pero eran oscuros. En cambio, lo lindo de estos conventillos es que el sol entraba por todos lados, los apartamentos eran ventilados, espaciosos. En el nuestro, había un patio inmenso donde andábamos en bicicleta.
En esos conventillos vivían trabajadores de todo tipo. Mi padre era chofer, otros trabajaban en fabricas. Era una zona en la que había muchas fábricas. El que no trabajaba en Lostorto, trabajaba en el lavadero de lanas o en Pesce y Simeone que era un taller mecánico, o en las fábricas de dulce. 
Nos conocíamos todos, no había un trato tan íntimo como en el conventillo del Medio Mundo donde los vecinos muchas veces comían juntos, pero sabíamos de qué trabajaba el vecino, a qué escuela iban los niños, si estaban enfermos, a veces hasta se daban problemas de vecindad porque en la convivencia de muchas personas siempre surgen conflictos.
En el conventillo donde yo vivia, estuvo residiendo la familia Roselló, que tenía muchos hijos. Uno de ellos fue el famoso "chiquito Roselló", boxeador y murguista, figura mítica del carnaval de antaño, conocido como "el mago del redoblante".

lunes, 6 de octubre de 2014

Desde la heroica Paysandú al barrio Cordón

por Ana María

Nací en la heroica Paysandú un 28 de diciembre, día de los "Santos Inocentes". Eramos 9 hermanos. Vivíamos en pleno campo. Tuvimos una infancia muy feliz, muy tranquila. (...)
A los 17 años me vine para Montevideo con una tía. Aquí la pasé bastante mal hasta que encontré una amiga que me rescató y me llevó a vivir a su casa. Era una persona muy buena. Empecé a trabajar y volví a ser feliz. A los 20 años se vino mi novio sanducero y dos años después nos casamos. Fuimos inmensamente felices durante 52 años. Ahora no está más. Tuvimos tres hijos maravillosos, nietos, biesnietos.
En la calle Requena, hace 50 años que vivimos. Ahora nos han cambiado el barrio. Para bien. Pero antes también había cosas lindas. La actual Tres Cruces era una plaza arbolada, con muchos bancos, donde íbamos con los chiquilines a jugar y a tomar mate. Cerca de ahí, la cancha Rayo rojo, donde mis hijos jugaban fútbol. Y el Platense, un lugar muy lindo para ver espectáculos. Donde está Tres Cruces se hacía la Fiesta de la Degustación del vino y había tablado para ver las murgas.
Ahora el barrio está cambiado y tenemos la plaza Seregni que es un lujo.  


Mi calle Durazno


                                                                    por Luis Scarpa

para poner en pantalla completa, cliquear en el ícono que está en la esquina inferior derecha del video

miércoles, 1 de octubre de 2014

Poema

por Orosmán

Qué sentí y qué sentía,
Qué soy y qué parezco,
Algunos versos recojo,
Entre algunos poemas,
Entre cómo decir y qué decir,
Me expreso.
Entre interés e indiferencia
Pregunto:
¿Qué es de mí, de ayer, de mi pasado,
De lo que queda y no?
¿Qué pasó para avanzar, para añorar
Para enriquecer
A los que están
O a los que ya no están?
Y sí, éste era mi barrio,
Esta era su esencia,
Este era Palermo,
Sus gentes, sus casas, sus calles.
Este barrio es parte de mi ciudad
Sus raíces, sus males, sus genes,
Y su presencia 

Recordando el antiguo Municipio b

por Laura

Mis primeros recuerdos llegan al 50 o 51. Como mis padres aún eran estudiantes, hasta el 58 y en períodos de exámenes me llevaban a casa de mis tías abuelas que vivían en Yaguarón y San José, antiguo edificio, demolido para construir el hotel Klee. Desde la terraza del fondo, recuerdo el luminoso del aceite Triana ¿o era Maricarmen? sobre el edificio que estaba en 18 y Yaguarón (también demolido)  y otro luminoso cuyo nombre ahora no recuerdo sobre “El Cabezón”,  en el Gaucho.
De esa época, recuerdo mis salidas con Ana María, tía entretenida y buena como el pan. Caminábamos por 18, mirábamos vidrieras, íbamos a misa,  y a fin de año visitábamos todos los pesebres de las iglesias de la zona. Desde el Cordón a San Francisco en Ciudad Vieja. 

Iglesia San Francisco

También recuerdo el Hospital Pedro Visca. Ahí trabajaba mi madre como médica, y nos atendimos hasta los 10 o 12 años. Enfrente estaba el Asilo de Expósitos y Huérfanos Dámaso Antonio Larrañaga, dónde me amenazaban con dejarme si me portaba mal…….. 



                                               Asilo de Expósitos y Huérfanos
                                          foto propiedad del CdF - reproducción autorizada

Otro  recuerdo de esos tiempos es el garaje que estaba frente a Jefatura de Policía, por San José, donde guardaban el coche tanto mi tío como mi padre que tenía consultorio en el primer piso del mismo edificio.  Ese garaje lo compró Jefatura para el despacho de cédulas y pasaportes. Cuando regresé al  país, en el año 85, encontré otras dependencias de Jefatura. El edificio de mi infancia ya no estaba, y tampoco el Restaurant “La Gloria” donde tantas veces cenábamos con mis padres antes de irnos a casa. Con mi tía Manú que aún vivía con nosotros,  tomábamos el tranvía 20, que nos dejaba en la esquina de casa, en el Prado, donde nací.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Mi amado barrio Cordón

por Mabel

Nací en la calle Daniel Muñoz esquina Democracia, en el año 1933. Puedo nombrar algunas de las familias que compartían nuestra amistad: Barbato, Usera, Sica, Salveraglio, Mattos, Borromeo; bueno creo que aquí me detengo.
El barrio Cordón tiene una serie de denominaciones: Cordón Norte, Cordón Sur, La Comercial y ahora, debido a la construcción de la Terminal de Omnibus Interdepartamentales, Tres Cruces. Allí se ha construido un importante centro comercial que da beneficios a la zona en cuanto a lo económico y proporciona trabajo a mucha gente. Muy buena locomoción, buen servicio de taxis y remises, bello paisaje, edificación moderna. Varias plazas arboladas, próximo al bonito Parque Batlle. Además muy buen acceso a hospitales, sanatorios y mutualistas. También se encuentra muy cerca la Universidad de la República, la Biblioteca Nacional, el Ministerio de Salud Pública, ANTEL, el Banco Hipotecario y la Dirección Nacional Impositiva.
Actualmente vivo en la calle La Paz y Joaquín Requena, en la misma cuadra donde funcionan dos escuelas públicas (Nos. 61 y 106). El pasado año ambas cumplieron 100 años y fueron muy bien refaccionadas. Hace ya más de 40 años, colaboré con la Comisión de Fomento, formábamos un grupo muy unido y tesonero. Adoro ese local y puedo contarles que el año pasado su frente fue hermoseado por un grupo de jóvenes. Dicho frente fue totalmente coloreado con murales alusivos a la escuela y al campo. Para mi gusto, un verdadero deleite para la vista del barrio, de los transeúntes y también para los pasajeros de ómnibus que transitan por la calle la Paz.
Por sobre todo, un barrio de gente de trabajo, muchos locales, talleres, galpones, garages, pero de todas formas, mi barrio!!  

Así es mi barrio...

Mi barrio Palermo 

por Gladys

Un barrio es la esencia de nuestra vida, en él compartimos alegrías, pesares y esperanzas.
Es la vasija en que vamos formando nuestros sueños.
Aroma de jazmines que llega de mis recuerdos.
Las tardecitas de verano en la vereda conversando con nuestros amigos y vecinos.
La existencia de los años vividos.
El árbol bonachón que vimos crecer día a día con sus flores en primavera, en el que jugábamos bajo la sombra los veranos en la casa grande.
Los canarios flauta que nos despertaban cada mañana con sus trinos.
Las casas de la cuadra en que vivíamos, donde los vecinos adornaban sus balcones con flores, mantas y luces de colores.
Radios transmitiendo alegría con su música.
Máscaras y disfraces que los jóvenes lucían en carnaval cuando pasaban saludando con risas y cantos, jugando con papelitos y serpentinas de colores.
Los juegos con agua que lograban nuestras risas cuando pasaba algún vecino distraído.
Tamboriles infaltables con sus repiques que alegraban las noches.
Pan marsellés calentito que mi madre y mi querida tía Angelita (la que siempre nos cuidaba porque mi madre trabajaba) compartían todas las tardes con el mate.
Reunión con mis amigas en el jardín de nuestra casa, con chocolate que nos hacía mamá, bizcochitos de anís y el exquisito gofio que disfrutábamos y reíamos tanto.
Son relatos de una época pasada, de aquellos que se han ido pero perduran en nuestros recuerdos, de mi niñez y adolescencia que rescato con alegría, de mi querido barrio Palermo donde ha transcurrido toda mi existencia.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Presentación del taller


PRESENTACION DEL TALLER
Tiempos de vida, historia(s) del barrio
Coordina Lic. Marta Huertas Prego

El taller "Tiempos de vida, historia(s) del barrio" es un espacio destinado a los adultos mayores del Municipio b, en el cual los participantes comparten una historia en común, al tiempo que van recuperando historias de sus barrios, de sus instituciones sociales, culturales, religiosas o deportivas, sus viviendas, sus personajes, sus calles.

Partiendo de la historia de cada uno, del relato - incluso de quienes los precedieron -, la reelaboración y articulación de sus vivencias pasadas con el presente son formas de apropiación y reconstrucción de la historia de su entorno, pues los testimonios orales de los mayores enriquecen los momentos del pasado recuperados y elaborados como recuerdos. Al mismo tiempo, los relatos escuchados permiten darle cuerpo, y enmarcar en un tiempo y un lugar determinados las vivencias y códigos generacionalmente compartidos. En suma, al ir rememorando segmentos de sus vidas, se va recuperando la subjetividad de una época.

A su vez, el testimonio oral da cuenta de la continuidad de la existencia en todas las etapas del curso vital, desechando ciertos prejuicios y estereotipos negativos sobre la vejez aún muy presentes en nuestra sociedad. Pensamos por ejemplo en el deterioro de la memoria (que muchos consideran todavía una característica ineludible del envejecer), o en la falsa concepción de que al envejecer se va perdiendo interés por las cosas. Estos y otros preconceptos pretenden establecer una ruptura entre la adultez y la adultez mayor. Oponiéndose a esa mirada prejuiciosa, la labor de reminiscencia, permite que los mayores se vean a sí mismos en continuidad y coherencia, y puedan así proyectarse hacia el futuro.
El abordaje de este taller se basa en la participación activa de los adultos mayores a punto de partida de sus relatos, y eventualmente de la recolección de material ilustrativo (fotos, canciones, etc.) y su divulgación mediante la presentación del material producido a través de la crónica en diarios locales, en este blog y en las redes sociales.
Desde el espacio de trabajo en el que se lleva a cabo esta experiencia se sostiene que los adultos mayores tienen capacidad de transformar su realidad, autonomía para generar proyectos, y para fortalecer o construir redes desde las cuales asumir una posición activa. Asimismo, se destaca la importancia de su bagaje cultural y social que los vuelve poseedores de una historia que importa y debe ser transmitida y valorada por toda la comunidad. Agradecemos a la Red del Adulto Mayor y al Municipio b por habernos apoyado en esta tarea. 

Afiche del taller 2014

Si desea ver más grande, click sobre la imagen.