Heladero, manisero y "fainacero"
por Mabel
Año
1940, yo era una niña curiosa, observadora y detallista.
Era
pleno verano, época de vacaciones, tardes algo aburridas, no me gustaba dormir
la siesta.
Cierto día escuché una voz que pregonaba la venta de helados. No pude
salir de inmediato a la vereda, porque había que pedir permiso a mamá, pero más
tarde lo comenté con mi hermana, ya una señorita, y ella estuvo de acuerdo.
Al
otro día tuve permiso y, junto con mi amiga Celia Barbato, salimos a la vereda
y apareció el heladero. Un señor grueso, enorme, de bigotes y cabellos largos,
blancos, rizados. Trasladaba los tachos de helado (solo vainilla y chocolate)
en un carrito. Los helados eran servidos en vasitos de galletita.
Nos
acercamos al vendedor y nos dijo el precio en un castellano italianado.
Los
helados estaban muy ricos, y al otro día intentamos repetir la farra.
Pero
esto no termina aquí: más allá de que nos hicimos amigas del anciano italiano, ¡vaya
sorpresa!, descubrimos que en invierno vendía maníes y fainá de puerta en
puerta. También tuvo éxito con nosotras en invierno. Todo eso tan rico
nos encantaba.
¡Ah!
Los niños, los niños, en todas las épocas encuentran algún personaje.
Lindo recuerdo! Otro colega de tu personaje, con su delantal blanco, caballete y la redonda fuente de metal con el fainá calentito, nos esperaba cada tarde invernal a la salida de la escuela "Simón Bolívar", en la calle del mismo nombre esquina Rivera.
ResponderEliminarMe pregunto ahora, ¿estaría calentito o solo será un fantasma de mi memoria?