domingo, 16 de noviembre de 2014

Las veredas del Cordón (II)

por Florencia

Mi perra necesita apurar el paso y me encuentro de frente con “la vieja de la vara” que, según me advirtió mi hermano, es una mujer mayor vestida de negro y con pañuelo, que pide limosna y si no le das te pega con la vara, si le contestas, se enoja y te insulta;  era tan peculiar que apareció mas de una vez en los periódicos.
Ojalá me perdonen mis mayores y todo lo aprendido en el colegio de monjas, pero qué fastidio me da ese hombre que se sienta cada día en la vereda recostado en la pared, le falta  una pierna y  lleva muleta. Es que hasta pide mal la limosna, porque no se le entiende lo que dice. Mi madre entiende que dice  “pari-pará”  pero no es modo, ¡al menos que pida bien! Suponemos que, extendiendo la mano, dice “para el paralítico” y de tanto gastar las letras y queriendo ser veloz, le sale lo que le sale....
De mi exhaustiva observación, me distrae otro personaje del barrio “la turista”, ya la tenemos paseando por 18 de Julio calle arriba y calle abajo, mañana y noche , invierno y verano. Vestida con esmero, luce zapatos blancos de taquito y medias de seda, vestido floreado y saquito de lana, sombrero de paja, guantes y su carterita colgada al brazo, mal maquillada y de un rubio paja. Se pasea sola, no habla ni saluda a nadie, parece siempre una extraña, nunca nadie supo su vida ni su obra, ni de sus sueños ni ilusiones, sabemos que le gusta lucirse y ronda los 40.
El manisero es un personaje que llega en otoño para pasar todo el invierno. Vende maníes tostados y calentitos en unos conos de periódico. Este negocio tiene mucho encanto, primero el olorcito a humo que me dice que empieza el frío, luego su grito de “maní calentito, maníiiii! y su precioso barril con chimenea que se parece a una locomotora pintada, que es el hornito donde se tuestan los maníes. Se coloca justo debajo de la ventana de la habitación de mi hermanita y mía, y mientras hacemos los deberes, juntamos las monedas y la discusión siempre es cuál de las dos baja a comprar, y arriesgando ser vistas por nuestros hermanos mayores nos aliamos  para satisfacer la tentación.
Ahora que Wendy no me exige prisas, puedo darme cuenta que han comenzado a colgar  los pasacalles de carnaval en la Avenida, aunque falta un mes. De poste a poste de la  luz cuelgan unas placas con miles de bombillas de colores que forman dibujos alegres y atrevidos. Pero lo fascinante para mí es el día que se encienden todas las lucecitas al mismo momento, ¡ah! qué espectáculo, y de los altavoces por la tarde suena música de carnaval. De todos los barrios, esos días es la calle mas hermosa, mas concurrida y mas notable, me siento contenta de vivir allí.

                                          foto propiedad del CdF - reproducción autorizada

A una semana del desfile se reparten las sillas plegables de madera y en cada esquina se atan con cadenas. Se ordenan en tres hileras  y el empleado municipal uniformado venderá los tickets a partir de las 4 de la tarde.
El día de la inauguración  del Carnaval se llenan los balcones y ventanas de mi casa y se encienden las arañas. Mis padres reciben y sirven como si de una fiesta familiar se tratase.

El desfile, las murgas y comparsas, los tamboriles, los negros y los lubolos, todos esperan ver a la negra Gularte, a la mama vieja y su viejo, al escobero y la expectativa de las carrozas. Desde las tarde el choricero se instala  junto al carro de las bebidas y prepara el fueguito para servir los choripan, el olor y la música hablan de fiesta y alegría desde la media tarde a la media noche durante tres días seguidos.

1 comentario:

  1. Lindos recuerdos, el manisero, los árboles de 18 de julio, y las ferias de artesanos en el atrio de la Intendencia, gracias por recordarnos cosas que tenía en el olvido. laura

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